Descripción
- Número de páginas: xxx
- Formato: 15 x 21 cm
20,00€
El detective Jover recibe la visita de la policía que investiga las circunstancias de la muerte de Gastón Núñez, un subinspector de Hacienda. Intrigado, Jover recurre a su amigo Gabriel Cerón para que se haga con el expediente de la policía. Cerón le explica que Núñez ha sido asesinado y que ese mismo día desaparecieron del ordenador central de la Agencia Tributaria todos los archivos que llevaban su nombre.
Detrás del asesinato de Núñez está James Cook, un financiero que domina la economía mundial y que ha considerado que el texto que estaba escribiendo Gastón, “El último eslabón del poder” podría levantar una esquina de la manta que cubre sus actividades (mercados, bolsa, petroleras, etc). El encargado por Cook para asesinar a Núñez y a su madre es un matarife llamado El Tigre, a las órdenes a su vez de Pedrol, el hombre de Cook en España.
Cook no perdona al Tigre que haya dejado huellas en el domicilio de Núñez al matar a este e incendiar la vivienda –además ha dejado con vida aunque malherida a la madre de Núñez-, y tras encargarle que la mate y el Tigre lo lleve a cabo, lo asesina a él también.
Prólogo
(Por Gustavo Vidal)
Adentrarse en cualquier novela de José Vaccaro acarrea “perder la inocencia”.
Aunque, debemos reconocerlo, esta pérdida de inocencia se realiza de modo muy placentero. Desde la butaca de espectador y ante un retablo de situaciones tan reales como reprobables… tramas de corrupción en la banca y en la política, en la función pública y en la cultura, en la empresa y en los sindicatos, etc.
En todos los estratos y escenarios. Desde “representantes de la soberanía popular” a simples sicarios. En Tablas, las fosas sépticas del dinero y el poder hieden en cada capítulo.
Por otra parte, sorprende con agrado el conocimiento de los pequeños universos trazados por la pluma inmisericorde del autor. Por ejemplo, las cuitas y fantasías del escritor principiante, “soñaba con ganar el premio”. Sus fracasos: “… del que vendió ciento doce ejemplares. Todos sus amigos y familiares pasaron por caja…”. Unido la labor de editores por desembarazarse de autores sin aparente futuro: “…el consejo del editor, que debía dejarse un mínimo tiempo entre la salida de una y otra obra para no atosigar a la clientela”.
Vaccaro, valiéndose de una técnica literaria depurada, presenta, de la mano de sus personajes (Nuñez, Jover, Pedrol, Cook, etc.) los hilos que van tejiendo una intriga que envuelve a quien se sumerge en sus páginas.
Así, aunque la acción discurre por el sendero lúdico de la fantasía, no podemos eludir su chorreón de trasunto de la realidad.
Y esta trama se desata con la muerte —en apariencia accidental— de un corrupto subinspector de Hacienda con pretensiones literarias y que, en el momento de su muerte, tentaba la gloria con su novela El último eslabón del poder.
Mientras vamos desentrañando las causas, efectos e imprevistos de la narración, podemos sentirnos como una suerte de “diablo cojuelo” que levanta los tejados de las instituciones para recibir el tufo de la putrefacción que roe hasta la última célula social.
No puede faltar —y no falta— la figura del oscuro personaje, pieza del engranaje de una maquinaria mafiosa, encarnado en el inquietante Sebastián Pedrol, siempre al servicio del gran capo.
Sin escrúpulos, pero con varios alias y pasaportes, Pedrol ejerce de “gerente de zona”, por lo cual recibe un buen puñado de euros todos los meses en un banco de Andorra.
Y como los contactos con la policía no pueden faltar, ahí veremos, entre otros, a Obdulio Higueruelo, comisario corrupto.
Especial referencia merece la figura del “conseguidor”. Asumida en una España resignada a la corrupción, lo cierto es que Vaccaro desnuda a los conseguidores, mostrando sus vergüenzas de corrupción, codicia y torpes racionalizaciones.
Distante un mundo de los anteriores, la figura del sicario se perfila milimétricamente en las páginas de Tablas. Precisamente es el fin violento de un sicario, el Tigre, el que lanza otro hilo para adentrarnos en la muerte del corrupto subinspector de Hacienda.
El autor se vale también de la figura de James Cook, “el todopoderoso Patrón”, para retratar la especulación financiera, el mundo de las agencias de calificación, la bolsa, la banca y todos esos organismos que llevan a exclamar al bien informado patrón: “¡Imbéciles!, ¿no os dais cuenta de que les importáis un comino, que sois vosotros, vosotros, el medio que tienen ellos para medrar?”.
Y quizá, uno de los mayores logros de Vaccaro, sino el mayor, haya consistido en presentarnos una novela negra pura fundamentada en un entorno de ilegalidades y corrupción urbanística, ecosistema que conoce a la perfección dada su condición de arquitecto y abogado.
Lo terrible es que mientras Vaccaro nos descubre un mundo muy poco recomendable de intereses, dinero, crimen y poder, va cerrando las puertas a la esperanza o, más exactamente abriendo la del realismo.
Así, la angustia nos invadirá sin remedio, cuando uno de los personajes nos describa la red Sitel, orwelliano instrumento para controlar hasta el último recoveco de nuestra información e intimidad. Sin embargo, a medida que devoramos páginas comprobamos que estas sugestivas pinceladas no son un mero adorno, sino que se encuentran al servicio de intrigante trama que obliga a seguir leyendo.
Finalmente, tras deleitarnos en las páginas de Tablas, abriremos el último portón, un epílogo presidido por la todopoderosa figura del “patrón” y, mucho más importante, por una sensación agridulce: acre por concluir una novela de calibre; dulce por haber navegado sin riesgo sobre las turbulentas aguas de la realidad.
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